Construyendo una Fe Fesiliente
"No puede haber desconexión entre el cimiento y las columnas. Deben estar unidas. Deben ser una sola estructura."En las Escrituras podemos encontrar diferentes analogías acerca de la iglesia, y estas nos ayudan a entender nuestra identidad y propósito. Por ejemplo, se compara a la iglesia con un rebaño, un cuerpo, una familia, y también un edificio. Es acerca de esta última analogía que aquí pausamos para una breve reflexión.
El apóstol Pablo, en su primera carta a los Corintios, en el capítulo 3, versículos 9 al 11 expresa lo siguiente (énfasis añadido):
“9 Porque nosotros somos colaboradores de Dios, y vosotros sois labranza de Dios, edificio de Dios.10 Conforme a la gracia de Dios que me ha sido dada, yo como perito arquitecto puse el fundamento, y otro edifica encima; pero cada uno mire cómo sobreedifica. 11 Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo”.
Es importante mencionar que las edificaciones en los tiempos bíblicos eran muy diferentes a las edificaciones de hoy en día, Pablo seguramente no estaba pensando en hierro, concreto ni ladrillos cuando uso esta ilustración. Pero hoy estaremos utilizando la construcción moderna para ver algunos principios espirituales fundamentales en la vida de todo creyente.
Sin lugar a duda, lo más importante en un edificio es su cimiento. Pablo lo dice de esta manera: “…pero cada uno mire cómo sobreedifica. 11 Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo”.
Esto quiere decir que nuestra vida no puede estar sostenida por nada ni nadie más que la verdad del sacrificio, muerte y resurrección de Jesucristo.
Pablo nos está diciendo que ya la obra está completa, no podemos añadir nada ni quitar nada a lo que Cristo ya hizo por nosotros, y en esa verdad—en la suficiencia del sacrificio de Cristo por nuestros pecados—debemos fundamentar toda nuestra vida.
No se trata de lo que podemos hacer para ganarnos el favor de Dios. Eso sería añadir algo a lo que ya Cristo hizo por nosotros. A veces pensamos que necesitamos hacer cosas buenas para poder ganarnos la aceptación de Dios, y no es así; recibimos el regalo de salvación gratuitamente simplemente por creer en Jesucristo. Y entonces a través de Él es que podemos servirle de manera tal que le agrademos.
No alimentamos al hambriento para ganarnos el favor divino, sino que porque ya hemos recibido el regalo de salvación es que queremos y podemos servir al necesitado tal cual la Palabra nos enseña. No nos congregamos para “cumplir” con Dios y así poder recibir Su bendición; no, porque Cristo ya pagó el precio por nuestros pecados en la cruz es que tenemos el privilegio y la responsabilidad de poder congregarnos para adorarle y recibir Su Palabra. No cooperamos en las diferentes áreas de ministerio dentro de la iglesia para que Dios nos considere más. ¡No! Es porque ya hemos sido amados con amor eterno y hemos aceptado ese regalo de amor es que le servimos, con amor, pasión y entrega.
Durante la construcción de un edificio hay muchas cosas que podemos corregir en el proceso: una pared, una columna, una viga, etc. Pero si la cimentación está mal hecha, de la única manera que podemos corregirlo es haciéndola de nuevo. Muchas veces esto implica derribar todo lo que ya se ha construido encima.
Si no tomamos el tiempo para ver cómo está nuestra cimentación, sobre qué estamos construyendo nuestras vidas, sobre qué principios estamos apoyando nuestra estructura, corremos el riesgo de edificar sobre terreno endeble, y esto es muy peligroso.
Luego de la cimentación el segundo elemento más importante en una construcción son las columnas. Estas llevan un “esqueleto” de hierro que no se ve por estar cubierto de cemento. Este hierro de las columnas debe estar amarrado al hierro que está en la cimentación para producir una estructura sólida. Si este hierro no está conectado al hierro de la cimentación le quita fortaleza a toda la edificación.
Todo lo que construimos desde la cimentación hacia arriba debe estar conectado. No podemos edificar sobre la verdad de Cristo y seguir hacia arriba con cosas que no concuerdan con lo que las Escrituras nos enseñan. No puede haber desconexión entre el cimiento y las columnas. Deben estar unidas. Deben ser una sola estructura.
Otra cosa muy interesante acerca de las columnas es que lo más importante es lo que no se ve. La columna puede verse por fuera hermosa, lisa, bien pintada, revestida de ladrillos, cerámica y hasta de mármol. Pero eso no es lo más importante, porque la función de una columna más allá de ser estética es de soporte. Las columnas no están diseñadas para lucir, sino para sostener. No están hechas para llamar la atención, sino para dar seguridad. Solamente el constructor sabe cómo es por dentro.
Así mismo es con cada uno de nosotros. Solamente Dios sabe lo que hay dentro de nosotros y esa debe ser nuestra prioridad. Debemos enfocarnos en nuestro ser interior; en una vida de devoción a Dios y servicio al prójimo; en crear hábitos que fortalezcan nuestra relación y conocimiento de Dios; en día a día levantarnos con el anhelo de ser más parecidos a Jesús; y en acostarnos con la satisfacción de haber invertido nuestro tiempo en las cosas de Dios.
Así es que nuestras columnas serán fortalecidas, estarán conectadas al cimiento y se mantendrán sosteniendo toda la estructura de nuestras vidas. Se podrán sacudir. Incluso hasta grietas se podrán ver. Pero si por dentro el hierro está bien conectado a la base, se mantendrán firmes y seguras aun en medio de los temblores que sacuden nuestra vida.
Seamos prudentes y diligentes al construir nuestra edificación.