Un Perfecto Amanecer
"El resplandor del sol de aquella mañana en Jerusalén aún sigue brillando, iluminando vidas y transformando corazones."Creo que una de las experiencias más hermosas que disfrutamos, es la posibilidad de ver el nacimiento de un nuevo día en la playa. O en algún otro lugar en donde nada nos estorbe la visión, en lo personal, y sobre todo en verano.
Cada amanecer representa un nuevo comienzo, nuevas oportunidades y también nuevos desafíos. Sobre todo, nos recuerda la perfección y soberanía de Dios al ver el orden y la armonía de Su creación. Sin lugar a duda ningún amanecer se puede comparar al que presenciaron las mujeres que se dirigieron al sepulcro en donde el cuerpo del Señor Jesús había sido colocado.
Las Escrituras describen este suceso en los cuatro evangelios. Y en cada uno de ellos podemos ver detalles diferentes. A este tipo de pasajes se les llaman descriptivos, pues describen un suceso bíblico. Y muchas veces al ser presentados por diferentes autores podemos encontrar variaciones en el relato, que más allá de crear confusión, deben ayudarnos a entender la individualidad de cada uno de ellos al expresar las experiencias desde su perspectiva.
En este caso vamos a utilizar el relato que encontramos en Mateo 28:1–7 (NVI).
“Después del sábado, al amanecer del primer día de la semana, María Magdalena y la otra María fueron a ver el sepulcro. Sucedió que hubo un terremoto violento porque un ángel del Señor bajó del cielo, se acercó al sepulcro, quitó la piedra y se sentó sobre ella. Su aspecto era como el de un relámpago y su ropa era blanco coma la nieve. Los guardias tuvieron tanto miedo de él que su pusieron a temblar y quedaron como muertos. El ángel dijo a las mujeres: ‘No tengan miedo; sé que ustedes buscan a Jesús, el que fue crucificado. No está aquí, pues ha resucitado, tal como dijo. Vengan a ver el lugar donde estaba. Luego vayan pronto a decirles a sus discípulos: “Él se ha levantado de entre los muertos y va delante de ustedes a Galilea. Allí lo verán”. Eso vine a decirles’”.
¡Que experiencia extraordinaria haber sido las primeras testigos del milagro más importante de las Escrituras, y fundamento de nuestra fe!: “No está aquí, pues ha resucitado”.
¿Puede imaginarse usted el impacto de estas palabras en la vida de estas fieles servidoras del Señor? Más aún, cuando entendemos los días tan difíciles que estaban viviendo, el impacto de la muerte de su querido Maestro produjo desanimo, dudas, soledad y confusión, sobre todo para aquellos más cercanos al Señor.
Estos son sentimientos que todos nosotros en algún punto de nuestras vidas hemos experimentado o experimentaremos, independientemente en donde nos encontremos en nuestro peregrinar cristiano.
Pero esta realidad oscura y amenazante estaba a punto de transformarse en una radiante y llena de esperanza. Cuando leemos “al amanecer del primer día de la semana, María Magdalena y la otra María fueron a ver el sepulcro…” podemos percibir cierto grado de expectación, como que algo en su interior les estaba diciendo deben apresurase a estar allí. ¡No hay tiempo que perder!
En Marcos 16:1 (NVI), encontramos el propósito por el cual se estaban dirigiendo al sepulcro, y allí dice lo siguiente: “Cuando pasó el sábado, María Magdalena, María, la madre de Santiago, y Salomé compraron especias aromáticas para ir a ungir el cuerpo de Jesús”.
Ese era la razón principal por la cual se dirigieron en la madrugada—para ungir el cuerpo del Mesías, tarea que quizás no se pudo completar en su momento, ya que cuando Jesús murió en la cruz, el día de reposo estaba a punto de comenzar. “Como era el día judío de la preparación para el sábado y el sepulcro estaba cerca, pusieron allí a Jesús” (Juan 19:42, NVI).
Así fue entonces, que las fieles servidoras del Señor, como lo habían hecho durante su ministerio, también ahora estaban dispuestas a servirle. No querían perder ni un minuto. Anhelaban llegar al sepulcro para completar la misión que habían dispuesto en su corazón: ungir el cuerpo del Mesías.
El día estaba a punto de comenzar. Quizás pequeños destellos de luz ya atravesaban las ramas de los olivos cercanos al sepulcro, y en ese sublime momento cuando el universo parece hacer una pausa, reciben la maravillosa e inesperada noticia: “Ustedes buscan a Jesús el Nazareno, el que fue crucificado. ¡Ha resucitado! No está aquí. Miren el lugar donde lo pusieron” Marcos 16:6 (Marcos 16:6, NVI).
No existió, existe ni existirá un amanecer tan perfecto como el que estas fieles servidoras del Señor presenciaron. El resplandor del sol de aquella mañana en Jerusalén aún sigue brillando, iluminando vidas y transformando corazones.
¡Nuestro Señor ha resucitado! Cristo vive y volverá por Su pueblo. Celebremos la realidad de Su resurrección y el cumplimiento de Sus promesas. Vivamos con la misma prontitud y diligencia de estas fieles siervas que fueron testigos de un perfecto amanecer.
Jesucristo nos dio la victoria. La tumba vacía es la evidencia más clara que tenemos de que Sus promesas son verdaderas. Tomemos ánimo y caminemos en esa victoria: “‘¿Dónde está, oh muerte, tu victoria? ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón?’ El aguijón de la muerte es el pecado y el poder del pecado es la Ley. ¡Pero gracias a Dios que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo!” (1 Corintios 15:55–57, NVI).
Si todavía usted no ha experimentado la gracia salvadora de Dios, el brillo de aquel amanecer sigue resplandeciendo y trayendo luz a los corazones que aún están en tinieblas. Dele una oportunidad a Cristo y su vida cambiará para siempre.